En la cancha cada tackle vale. Cada centímetro se pelea como si fuera el último. Pero afuera, la cosa es distinta. Este domingo, en la "Caldera del Parque", el rugby tucumano volvió a mostrar que las diferencias se quedan adentro de la línea de cal.

Las tribunas se llenaron de colores: Lawn Tennis, Tucumán Rugby, Cardenales, Natación y Gimnasia. Algunos vinieron a jugar, otros a ver. Pero todos, en definitiva, a compartir. Porque cuando hay final, se arma algo más grande que un resultado.

No hubo insultos cruzados ni gestos de más. Al contrario. Hubo mates entre hinchas con camisetas distintas, fernet compartidos, abrazos entre padres que se conocen de años, charlas entre chicos que alguna vez fueron compañeros en un seleccionado juvenil. Eso también es parte del rugby.

Las rivalidades están, obvio. Nadie quiere perder una final. Pero todo eso se termina cuando suena el pitazo. Y ahí aparece lo otro, lo que se aprende tras años en el mismo deporte: el respeto, la camaradería, el saber que el rival no es un enemigo.

EXPECTANTES. Así estuvieron los fanáticos del rugby, que se dieron cita este domingo en la LA GACETA / Matías Vieito

“Acá uno se cruza con gente que jugó toda la vida en contra, y sin embargo te saluda como si nada”, se escuchaba decir a un hincha de Cardenales mientras se acomodaba en la tribuna de enfrente, al lado de los de Lawn Tennis. Lo mismo del otro lado: padres de Natación y Tucumán Rugby compartiendo la tarde como si fueran del mismo club. Porque, de alguna forma, lo son.

El rugby tucumano tiene eso. Se pelea fuerte en la cancha, sí. Pero afuera, gana por otro lado.